Una de las agrupaciones más
esperadas del Festival Internacional de Música de Cámara Zacatecas 2013, era,
sin duda el Cuarteto de Cuerdas Penderecki, conformado por músicos con
destacadas trayectorias, procedentes de Estado Unidos, Polonia y Canadá, y que
han hecho presencia en muchos de los escenarios más importantes del mundo.
Conformado por Jerzy Kaplanek, en el violín;
Christine Vlajk, en la viola; Katie Schlaikjer, en el cello, y Jeremy Bell, en
el violín, el ensamble, con más de dos décadas de trayectoria, superó las ya
considerables expectativas que el respetable tenía de él, gracias al excelente
dominio técnico, como a la intensa pasión plasmada en cada una de las obras
interpretadas durante la velada.
La primera obra de la noche fue “Cuarteto de cuerdas
en Sol Mayor, Op. 33 No. 5”, en sus movimientos Vivace Assai; Largo e
Cantabile; Scherzo. Allegro, y Finale. Allegreto, autoría de uno de los principales
representantes del movimiento clasista, el austriaco Joseph Haydn (1732 – 1809),
también considerado como el “Padre de la sinfonía”. Composición caracterizada
por la sutileza de sus timbres y por los ambientes que fue capaz de recrear,
todos ellos alusivos a las cortes europeas del periodo barroco.
En seguida escuchamos “Cuarteto de cuerdas No. 6”, en
sus movimientos Mesto – Vivace; Mesto – Marcia; Mesto – Burletta, y Mesto –
Molto Tranquillo, del compositor húngaro Béla Bartok (1881 – 1945), obra
pletórica de figuras complejas, aparentemente fragmentadas, en las que, a
diferencias de muchas otras, el cello jugó un papel más activo, en ocasiones
protagónico. La composición resultó también, las más de las veces, delirante,
con sugerencias de estados de conciencia alterados, de incertidumbre o desesperación,
como si al autor lo siguieran recuerdos angustiantes, tal vez de sus vivencias
durante el régimen nazi, o de su posterior exilio en Estados Unidos. No
obstante, el último movimiento resultó ser un remanso relajante, como si los
demonios se hubieran alejado para otorgar paz y descanso a un alma atormentada.
La cadencia fue retomada con la obra del compositor
checo posromántico Antonín Dvorák (1841 – 1904), “Cuarteto de cuerdas en Sol
Mayor, Op. 106”, conformada por cuatro movimientos: el primero, Allegro
Moderato, poseedor de una calidez y energía singular; el segundo, Adagio Ma Non
Troppo, en el que nuevamente el cello retomó importancia, ya sea para
transformarse por momentos en un eje en torno al cual los demás instrumentos
desarrollaron su papel dentro de la obra, o para marcar figuras que serían
reinterpretadas por los tres instrumentos de cuerdas que le acompañaron, no
obstante, durante este movimiento también pudimos conmovernos con las notas
alcanzadas por el violín.
Molto Vivace, el tercer movimiento, fue poseedor de un
ritmo, una fuerza y una intensidad poco comunes, que por un momento parecían
susurradas y al siguiente emergían radiantes, era como escuchar a la distancia
el galopar de un corcel que se acercaba con todo su brío, y que al pasar frente
a nosotros se alejaba perdiéndose en la lejanía para, intempestivamente, volver
a aparecer; el cuarto y último movimiento, Finale. Andante Sostenuto, Allegro
con Fuoco, no menos intenso, se diferenció del anterior por crear un halo
redentor, como si de pronto se hubiera alcanzado un sueño largamente
acariciado.
Las obras interpretadas por el Cuarteto parecieron
tener una característica en común: Eran exigentes para la audiencia, ya que
bajo sus discursos principales, interpretados por sus instrumentos
protagónicos, se desarrollaban otros iguales o de mayor intensidad. Sin duda,
uno de los mejores recitales en lo que va del Festival Internacional de Música
de Cámara Zacatecas 2013, que organizan de manera conjunta el Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes y la Universidad Autónoma de Zacatecas.
Ω
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