miércoles, 24 de julio de 2013

El Cuarteto de Cuerdas Penderecki superó las expectativas



Una de las agrupaciones más esperadas del Festival Internacional de Música de Cámara Zacatecas 2013, era, sin duda el Cuarteto de Cuerdas Penderecki, conformado por músicos con destacadas trayectorias, procedentes de Estado Unidos, Polonia y Canadá, y que han hecho presencia en muchos de los escenarios más importantes del mundo.

                Conformado por Jerzy Kaplanek, en el violín; Christine Vlajk, en la viola; Katie Schlaikjer, en el cello, y Jeremy Bell, en el violín, el ensamble, con más de dos décadas de trayectoria, superó las ya considerables expectativas que el respetable tenía de él, gracias al excelente dominio técnico, como a la intensa pasión plasmada en cada una de las obras interpretadas durante la velada.


                 La primera obra de la noche fue “Cuarteto de cuerdas en Sol Mayor, Op. 33 No. 5”, en sus movimientos Vivace Assai; Largo e Cantabile; Scherzo. Allegro, y Finale. Allegreto, autoría de uno de los principales representantes del movimiento clasista, el austriaco Joseph Haydn (1732 – 1809), también considerado como el “Padre de la sinfonía”. Composición caracterizada por la sutileza de sus timbres y por los ambientes que fue capaz de recrear, todos ellos alusivos a las cortes europeas del periodo barroco.

                En seguida escuchamos “Cuarteto de cuerdas No. 6”, en sus movimientos Mesto – Vivace; Mesto – Marcia; Mesto – Burletta, y Mesto – Molto Tranquillo, del compositor húngaro Béla Bartok (1881 – 1945), obra pletórica de figuras complejas, aparentemente fragmentadas, en las que, a diferencias de muchas otras, el cello jugó un papel más activo, en ocasiones protagónico. La composición resultó también, las más de las veces, delirante, con sugerencias de estados de conciencia alterados, de incertidumbre o desesperación, como si al autor lo siguieran recuerdos angustiantes, tal vez de sus vivencias durante el régimen nazi, o de su posterior exilio en Estados Unidos. No obstante, el último movimiento resultó ser un remanso relajante, como si los demonios se hubieran alejado para otorgar paz y descanso a un alma atormentada.

                La cadencia fue retomada con la obra del compositor checo posromántico Antonín Dvorák (1841 – 1904), “Cuarteto de cuerdas en Sol Mayor, Op. 106”, conformada por cuatro movimientos: el primero, Allegro Moderato, poseedor de una calidez y energía singular; el segundo, Adagio Ma Non Troppo, en el que nuevamente el cello retomó importancia, ya sea para transformarse por momentos en un eje en torno al cual los demás instrumentos desarrollaron su papel dentro de la obra, o para marcar figuras que serían reinterpretadas por los tres instrumentos de cuerdas que le acompañaron, no obstante, durante este movimiento también pudimos conmovernos con las notas alcanzadas por el violín.


                 Molto Vivace, el tercer movimiento, fue poseedor de un ritmo, una fuerza y una intensidad poco comunes, que por un momento parecían susurradas y al siguiente emergían radiantes, era como escuchar a la distancia el galopar de un corcel que se acercaba con todo su brío, y que al pasar frente a nosotros se alejaba perdiéndose en la lejanía para, intempestivamente, volver a aparecer; el cuarto y último movimiento, Finale. Andante Sostenuto, Allegro con Fuoco, no menos intenso, se diferenció del anterior por crear un halo redentor, como si de pronto se hubiera alcanzado un sueño largamente acariciado.

                Las obras interpretadas por el Cuarteto parecieron tener una característica en común: Eran exigentes para la audiencia, ya que bajo sus discursos principales, interpretados por sus instrumentos protagónicos, se desarrollaban otros iguales o de mayor intensidad. Sin duda, uno de los mejores recitales en lo que va del Festival Internacional de Música de Cámara Zacatecas 2013, que organizan de manera conjunta el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y la Universidad Autónoma de Zacatecas.

 

martes, 23 de julio de 2013

Mozart, Brahms y Dutilleux hicieron presencia en el Teatro Fernando Calderón



Los Cameristas de México volvieron a presentarse en el escenario principal del Teatro Fernando Calderón, para ofrecernos un repertorio compuesto por música clásica, romántica y contemporánea, en el marco del Festival Internacional de Música de Cámara Zacatecas 2013, que se llevará a cabo hasta el próximo 27 de julio en el más emblemático foro de la capital zacatecana. El ensamble estuvo conformado por Manuel Ramos, en el violín; Maria Vdovina, en la viola; Asaf Kolerstein, en el cello; Mercedes Smith, en la flauta; Pedro Días, en el oboe, y Józef Olechowski, en el piano; todos ellos prestigiosos músicos con considerables trayectorias en su haber, quienes para esta ocasión nos ofrecieron creaciones de Mozart, Brahms y Dutilleux.

                La obra que dio inicio al recital fue “Sonatina para flauta y piano”, del compositor francés Henri Dutilleux (1916 – 2013), en sus movimientos Allegretto, Andante y Anime. Escuchar esta propuesta musical fue como entrar a un mundo onírico, donde las situaciones se suceden unas a otras, pasando de imágenes placenteras y reconfortantes, a siniestras pesadillas de las cuales, no obstante, uno no quisiera despertar. Pese a esa secuencia, aparentemente desconcertante, subyació un hilo conductor que nos guió a lo largo de los tres movimientos que conforman la obra.


                En seguida escuchamos dos creaciones del austriaco universal, Wolfgang Amadeus Mozart (1756 – 1791), “Adagio K. 580a para corno inglés, violín, viola y cello”, pieza que tuvo la capacidad de transportarnos en el tiempo y el espacio a través de paisajes otoñales que despertaron la nostalgia y la añoranza. La segunda obra que escuchamos de Mozart fue “Cuarteto en Re mayor K. 285 para flauta y cuerdas”, en sus movimientos Allegro, Adagio, y Rondeau. Allegro; lo que destacó en esta segunda creación fue la impecable ejecución de la flauta, instrumento protagonista de la obra, enmarcada por las no menos pulcras actuaciones de las cuerdas.

                Nada de lo que pueda decir acerca de la música de este Genio de todos los tiempos resultará novedoso, y más bien parecerá lugar común, sin embargo, no deja de resultar sorprendente el que cada vez que uno lo escucha, de inmediato nos remontamos a la más tierna infancia, es como si de pronto volviéramos a sentir la alegría en su más pura expresión, sin malicias ni reservas, no por nada Salieri, como personaje de la película “Amadeus”, decía –palabras más, palabras menos- que cuando uno oía la música de Wolfgang, lo que en realidad escuchaba era la risa de Dios.


                  Contrario a la obra que la precedió, “Cuarteto No.1, Op. 25 para piano y cuerdas”, del compositor alemán Johannes Brahms (1833 – 1897), en sus movimientos Allegro, Intermezzo, Andante con Moto, y Rondo Alla Zingarese, tuvo un carácter más bien dramático, con momentos que sugerían estados de profunda y severa reflexión. Fue posible recrear, a través de sus movimientos, paisajes nublados con la sensación de un frío invernal, que resultaron verdaderamente sobrecogedores, pese a lo cálido y agradable de la sala. Curiosamente en ese momento cayó una tormenta que dejó escuchar sus truenos, insertados a la audición como un fondo ambiental (valga la expresión), a la vez que en los patios laterales se escuchaba el escurrir del agua. El momento no pudo ser el más adecuado; sin duda, fue la magia de la música. Sin embargo, todo ese dramatismo desapareció en el último movimiento, en el que la música se tornó intensa, brillante, vivaz y lúdica.

 
                  Fueron tan emotivos todos y cada uno de los movimientos ejecutados durante el recital, que incluso, en algunas ocasiones, entre dos de ellos, pertenecientes a la misma obra, el respetable no podía dejar de manifestar su embeleso con aplausos, mismos que los músicos en el escenario agradecían discretamente halagados. Otro detalle que llamó la atención, fue el ambiente de buen humor que prevaleció a lo largo de la función, contrastante con la imagen de rigidez que comúnmente prevalece en torno a este tipo de actividades.

 

sábado, 20 de julio de 2013

Ovacionados nuevamente los Cameristas de México



Nuevamente en la Sala Principal del Teatro Fernando Calderón se vivió un ambiente casi mágico, gracias a la participación que dentro del Festival Internacional de Música de Cámara Zacatecas 2013, tuvieron los Cameristas de México, en esta ocasión, con la participación de nueve prestigiosos músicos que brindaron una velada inolvidable.

                El programa que se disfrutó durante la quinta audición del Festival, estuvo conformado por obras del poblano Eduardo Angulo (1954), el norteamericano Robert Mucszynski (1929 – 2010), y del alemán Ludwig Spohr (1784 – 1859), repertorio que gracias a su diversidad, tanto estilística como temporal, nos permitió entrever la infinita gama de posibilidades que ofrece la música de cámara.

                La primera obra de la noche, fue la recientemente estrenada “Citadino (divertimento para 9 instrumentos)”, de Angulo, en sus movimientos Allegro vivace, Adagio molto sostenuto y Allegro compulsivo. Hay que destacar que las composiciones de este autor gozan en la actualidad de una gran acogida en las salas de concierto, no sólo de México, sino de diversas partes del mundo, ya que su propuesta nos deja escuchar una fusión del nacionalismo musical mexicano de las primeras décadas del siglo XX, con las tendencias contemporáneas; otra característica de su música es la frescura y ligereza, que le permite dirigirse a públicos más amplios, menos especializados, además de la alegría y efusividad que le da esa personalidad tan propia del temperamento de las y los mexicanos.

                La siguiente obra, de la velada, en la que participaron únicamente alientos, fue “Quinteto de alientos Op. 45”, de Mucszynski, en sus movimientos Allegro Risoluto, Andante y Moderato – Allegro con spirito; composición que se significó por sus movimientos breves y sobrios pero atractivos, capaces de robar totalmente la atención. A lo largo de las piezas que conforman esta creación, pudimos disfrutar de los papeles protagónicos que desempeñaron cada uno de los instrumentos participantes, con los que conocimos un poco más sobre su carácter y personalidad.

                La última obra de la noche fue “Grand Noneto Op. 31”, de Spohr; el primer movimiento, Allegro, despertó de inmediato el interés de los allí presentes, gracias a su calidez y emotividad; el segundo, Scherzo, se caracterizó por su cadencia, evocadora de los valses bailados en las fiestas cortesanas del siglo XVIII, con algunos lúdicos momentos protagonizados principalmente por el violín; el tercer movimiento, Adagio, como su nombre lo sugiere, resultó nostálgico y reflexivo, aquí destacaron las participaciones del violín, la flauta y el clarinete; el último movimiento, Finale. Vivace, no sólo fue alegre y vivaz, sino que por momentos resultó de especial intensidad, con reminiscencias del romanticismo del siglo XVIII, fue un movimiento juguetón que no pudo menos que sacarle una sonrisa al respetable.

                Cameristas de México contó con la participación de Manuel Ramos, en el violín; Maria Vdovina, en la viola; Asaf Kolerstein, en el cello; Oscar Argumedo, en el bajo; Mercedes Smith, en la flauta; Pedro Díaz, en el oboe; Luis Humberto Ramos, en el clarinete; David Ball, en el fagot, y Edmund Rollet, en el bajo. Todos ellos, músicos con una considerable trayectoria y con importantes reconocimientos en los ámbitos nacional e internacional.

                Vale destacar la comunión que se logró establecer entre los músicos y su público, y la efusividad con la que éste reconocía las ejecuciones al final de cada una de las obras que conformaron el repertorio. En este sentido cabe también decir que la afluencia se ha visto en cada ocasión más nutrida, lo que da muestra de las expectativas que paulatinamente ha generado este Festival concluirá el próximo 27 de julio, y que esperamos se consolide como una importante tradición artística en Zacatecas.